Muchas veces creemos que no hay diferencia entre deseo sexual y excitación, pero en realidad son dos cosas distintas. Mientras que el deseo es la intención o las ganas de conectar íntimamente, la excitación es la respuesta física del cuerpo. Entender cómo funcionan puede ayudarte a disfrutar más de tu sexualidad sin presiones.
Imagínate que estás viendo un tráiler de una película que te llama la atención. La historia parece interesante, los personajes te atraen y piensas: “Quiero ver esto”. Eso es el deseo. Luego, cuando finalmente ves la película, llega la parte emocionante, la escena que te hace sentir mariposas en el estómago o te mantiene al borde del asiento. Esa es la excitación.
El deseo sexual es esa chispa que te hace querer conectar con otra persona o contigo misma. Es una sensación mental, más que física, que puede despertarse por distintos factores: una mirada, un recuerdo, una fantasía, o incluso un simple pensamiento aleatorio que te hace sentir curiosidad o ganas de intimidad.
Pero aquí viene la parte interesante: el deseo no siempre aparece de forma espontánea. Muchas veces esperamos sentir deseo sexual como una especie de impulso mágico que surge sin razón, pero la realidad es que, en muchas personas (especialmente en mujeres), el deseo funciona más como un motor que necesita un empujoncito para arrancar.
Piensa en cuando no tienes hambre, pero ves un postre delicioso y de repente te entran ganas de comerlo. El deseo puede ser así, algo que aparece después de la acción, no necesariamente antes.
La excitación, en cambio, es lo que pasa cuando el cuerpo se activa físicamente: el pulso se acelera, la respiración cambia, hay lubricación, erección, sensibilidad en la piel… Es la respuesta física del cuerpo cuando algo lo estimula.
Si alguna vez has notado que tu cuerpo reacciona pero tu mente no está conectada, es porque la diferencia entre deseo sexual y excitación hace que cada una siga su propio ritmo.
Pero aquí está el truco: puedes excitarte sin sentir deseo y puedes sentir deseo sin excitarte inmediatamente.
🔹 Ejemplo 1: Hay personas que están en un contexto íntimo y su cuerpo reacciona (excitación), pero su mente no está en sintonía con el momento, no sienten deseo real. Esto puede pasar si hay estrés, cansancio o simplemente no están en el mood.
🔹 Ejemplo 2: Ocurre lo contrario cuando alguien tiene ganas de estar con su pareja (deseo), pero su cuerpo tarda en reaccionar. En estos casos, no significa que no haya atracción, sino que el cuerpo necesita más tiempo o estimulación.
Si alguna vez te has preguntado “¿Por qué no siento deseo aunque quiero sentirlo?” o “¿Por qué mi cuerpo no reacciona como espero?”, aquí van algunos tips:
✅ Escucha tu cuerpo sin presionarte: No siempre el deseo es espontáneo, a veces surge cuando empiezas a conectar con la situación. No te obligues a “tener ganas” antes de tiempo.
✅ Prueba con estímulos distintos: A veces el deseo necesita un empujoncito. Un mensaje sugerente, un recuerdo bonito, una historia erótica… Encuentra qué cosas despiertan esa chispa en ti.
✅ No midas tu deseo con un estándar ajeno: Cada persona tiene un ritmo diferente. No porque tu pareja tenga ganas todo el tiempo significa que algo está mal en ti.
✅ Trabaja en la conexión contigo misma: Si sientes que tu deseo está apagado, dedícate momentos de placer sin presión. La autoexploración sin expectativas ayuda a reconectar con el propio cuerpo.
El deseo es como la intención de hacer un viaje, la excitación es cuando finalmente te subes al coche y arrancas. Ambas cosas están relacionadas, pero no siempre llegan al mismo tiempo. Entender esto te ayuda a vivir tu sexualidad con más libertad y sin presiones innecesarias.
Y tú, ¿alguna vez has sentido que tu deseo y tu excitación no van al mismo ritmo? ¡Cuéntamelo en los comentarios!