Durante mucho tiempo pensé que para disfrutar de una vida íntima plena tenía que sentirme completamente segura de mí misma. Creía que el placer solo aparecía cuando me sentía deseada, guapa, libre de dudas y en el “momento perfecto”. Pero con el tiempo descubrí algo importante: muchas mujeres, incluso dentro de relaciones estables, experimentan inseguridad en el sexo.
A veces no lo cuentan. A veces ni siquiera lo nombran. Pero está ahí. En forma de dudas, bloqueos, silencios, vergüenza o simplemente esa sensación de que el sexo no se disfruta como se desearía.
Y no, no estás rota. Lo que te pasa tiene sentido. Y también tiene salida.
La inseguridad en el sexo es mucho más común de lo que pensamos. No nace porque estés haciendo algo mal, sino porque muchas veces nos contaron mal nuestra propia historia sexual: cómo debía sentirse el deseo, qué debía gustarnos, cómo debía actuar nuestro cuerpo.
Quizás aprendiste a complacer antes que a explorar. A rendir más que a disfrutar. A compararte en lugar de habitarte. A callarte lo que querías. Y sin darte cuenta, toda esa mochila emocional se fue colando entre las sábanas, robándote espacio para sentirte libre, presente y conectada.
Reconocer que estás viviendo inseguridad en el sexo no es una debilidad. Es el primer paso para transformarla.
A veces se disfraza de pereza. De “hoy no me apetece”. De incomodidad que no sabes de dónde viene. Otras veces es más clara: te comparas con otras personas, te bloqueas en medio de un encuentro, finges placer para que termine rápido o evitas situaciones íntimas por miedo a no estar a la altura.
La inseguridad en el sexo no siempre grita. A veces susurra. Y si no la escuchas, se instala.
Por eso, el primer paso es observar con honestidad:
Muchas de nuestras inseguridades vienen del cuerpo. No por lo que es, sino por lo que pensamos que debería ser. Nos miramos desde fuera. Como si estuviéramos en un escaparate. Como si el placer solo llegara si cumplimos con una imagen perfecta.
Pero tu cuerpo no está aquí para gustar. Está aquí para sentir. Y cuando lo habitas desde la presencia —y no desde el juicio—, el deseo empieza a florecer.
Para trabajar la inseguridad en el sexo, es clave reconectar con tu cuerpo sin exigencias. Aquí tienes algunas formas sencillas de empezar:
El deseo necesita seguridad. No solo con tu pareja, sino contigo.
Si entras a un encuentro íntimo pensando “ojalá no me vea la barriga” o “seguro no le gusta cómo lo hago”, es normal que tu cuerpo no responda. Tu sistema se pone en modo defensa, no en modo placer.
El lenguaje interno tiene un impacto directo en el cuerpo. Por eso, para superar la inseguridad en el sexo, es importante trabajar el diálogo contigo misma.
Prueba a repetir (aunque no te lo creas del todo al principio):
Cuanto más amable sea tu mente contigo, más seguro se sentirá tu cuerpo para abrirse al placer.
Para ayudarte a reconectar contigo y a transformar la inseguridad en el sexo, aquí tienes algunos ejercicios simples, pero muy poderosos:
Dedica unos minutos a respirar profundamente. Coloca una mano sobre tu pecho y otra sobre tu vientre. Siente el aire entrando y saliendo. Este gesto calma el sistema nervioso y te ayuda a estar más presente.
Durante una semana, escribe por las noches:
Este ejercicio te ayuda a observar tus patrones y a conocerte más.
Mírate desnuda. Observa tu cuerpo como si fuera el de alguien que amas. No para criticarte, sino para habitarte. Puedes tocar con cariño una parte que normalmente sueles rechazar.
Habla con tu pareja y propón encuentros donde no haya metas, solo juego:
“Hoy solo nos damos masajes” o “Hoy jugamos con las manos, sin más.”
Cuando el objetivo desaparece, aparece el verdadero placer.
Tener inseguridad en el sexo no te hace menos mujer, ni menos deseable. Te hace humana. Y ser humana es también tener miedo, dudas y ganas de hacerlo distinto.
No necesitas tenerlo todo resuelto para disfrutar. Solo necesitas empezar a escucharte con más compasión, hablarte con más ternura y darte espacio para explorar desde el deseo, no desde la exigencia.
Cuando te das ese permiso, tu cuerpo lo siente. Tu mente se relaja. Tu placer despierta.
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Porque el primer paso para superar la inseguridad en el sexo también puede ser un juego. Uno que te acerque, que te divierta y que te recuerde que hablar de deseo también es parte del deseo.