Sí.
Pero no como quien pega una taza rota y espera que vuelva a lucir como antes.
Se puede recuperar otra forma de confianza, si hay verdad, trabajo emocional y deseo real de reconstruir desde cero.
Recuperar la confianza después de una infidelidad no es un reto de pareja.
Es un desafío personal.
Para quien fue traicionado, sí. Pero también —y especialmente— para quien traicionó.
Cuando alguien rompe el pacto de fidelidad, algo se deshace.
No solo en la otra persona, también en uno mismo.
Porque muy dentro de quien traiciona también vive una pregunta que duele:
¿Por qué crucé esa línea, si sabía que estaba ahí?
Y esa pregunta no se resuelve con excusas.
Ni con culpas.
Ni con el típico “no fue nada” o “no quería hacer daño”.
Esa pregunta pide silencio, profundidad y coraje.
Si tú fuiste quien sufrió la infidelidad, es normal que sientas rabia, dolor, confusión, incredulidad.
Y no estás obligada a perdonar.
Ni a entender.
Ni a reconstruir algo si no quieres.
Tu dolor es legítimo.
Tu tiempo, también.
Puedes quedarte. Puedes irte.
Puedes cambiar de opinión.
Pero si decides quedarte, que sea porque quieres, no porque te lo piden o lo esperas de ti.
Entonces toca mirar hacia dentro.
No para hundirte en culpa.
Sino para entenderte con honestidad.
Porque nadie traiciona por azar.
Detrás de cada paso fuera del pacto, hay algo no nombrado.
A veces una soledad no dicha.
A veces una desconexión personal.
A veces heridas antiguas, hambre de atención, miedo a confrontar.
Y ese trabajo no te lo puede hacer tu pareja.
Es tuyo.
Recuperar la confianza después de una infidelidad empieza por ahí:
por dejar de esconderte incluso de ti mismo.
La relación ya no será la misma.
Pero puede convertirse en otra cosa.
Más sincera. Más consciente. Más elegida.
Si ambos están dispuestos a:
…entonces hay camino.
Y eso requiere tiempo.
Mucho más del que tu ansiedad puede tolerar.
Pero menos del que tu miedo te quiere hacer creer.
Recuperar la confianza después de una infidelidad no es volver a lo que eran.
Es descubrir si pueden ser algo nuevo.
Con dolor, sí.
Pero también con una posibilidad real de sanar lo que antes se evitaba.
Si estás atravesando este proceso y no sabes por dónde empezar,
te acompaño desde un lugar sin juicios, sin prisas y con mucho respeto por lo que sientes.
No estás sola.
No estás solo.